Mi experiencia
Hace ya varios días que hemos
regresado de Sudáfrica Stellenbosch y me doy cuenta de que el trabajo de
elaborar las emociones a partir de lo visto y vivido allí me han dejado un poco
sin habla.
Tal vez lo que más elaboración
requiere es encajar los contrastes, no solo entre lo conocido y experimentado
entre aquí y allí, sino además los grandes contrastes en los que se desarrolla
el día a día allí mismo.
Vivenciar la cotidianeidad de las
escuelas infantiles en Kayamandi es una experiencia que imprime una huella
emocional.
Para empezar, el lugar, es un reto y es una
oportunidad.
Las carencias materiales van más
allá de lo evidente. Me doy cuenta del gran valor de la educación, y de lo
difícil que es conseguir unas
condiciones básicas dignas que cubran las necesidades desde el inicio y
faciliten la formación de las personas que allí viven para que se puedan
convertir en actores de su propio
progreso.
Pero no solo es necesario
invertir en educación desde el punto de vista de las escuelas (construcción de escuelas,
profesorado especializado, condiciones materiales y ambientales dignas), sino
también en educación complementaria para mejorar las condiciones ambientales, facilitar
la conciencia de la planificación, disminuir la tendencia al hacinamiento…
Me ha quedado muy clara la
importancia del agua y la necesidad urgente de gestionar los residuos. El qué
hacer con los envoltorios, y con los restos en general, forma parte de educar
la mentalidad pero también forma parte de que se invierta, por ejemplo, en
recipientes para depositar los deshechos, y más aún para clasificarlos para su
posterior reciclaje.
Me llama la atención que, en un
sentido, la mentalidad de reciclado está presente, y se ve muy claramente
reflejado en la construcción de la mayor parte de las viviendas (chabolas) del
poblado y de sus crèches. Lo bien que se pueden aprovechar láminas de aluminio
y empeño para construir un cobijo donde vivir. Esto mismo aparece reflejado en
cuadros artísticos de autores locales que se pueden adquirir en algunos de sus
mercadillos.
En cuanto a mi experiencia en la
escuela infantil (crèche), me ha aportado un cúmulo de emociones, principalmente
porque se basa principalmente en la interacción sin mediar objetos. Muchos
niños y niñas expectantes, con ganas de jugar, de cantar, de bailar y de
aprender juntos, con todos los sentidos en acción, imposible retener la mayor
parte de sus nombres, ya que incluyen, como el xhosa, fonemas que no están en nuestra biblioteca de
sonidos. Atentos ellos y nosotras a poder comunicarnos un poco en inglés,
gracias al gran acompañamiento no-verbal que incluye su repertorio de
interacciones sociales.
Cuando nosotros teníamos 4-5 años
habíamos experimentado muchos juegos y habilidades de relación social
expresándonos a través de dibujos, juguetes, manualidades y juegos educativos
de múltiples formas. Ellos juegan y se comunican sin apenas utilizar objetos
materiales. Sin embargo, comunican constantemente. Al igual que aquí, cada uno
expresa a su manera: todo tipo de estados de ánimo. En general, les vemos
disfrutar. Cuando aprenden un juego, o una manualidad, muestran su
satisfacción, o emiten miradas como esperando una valoración de lo que han conseguido.
Las educadoras nos facilitan su música
y el alumnado nos mira contento cuando bailamos con ellos su música y más si
intentamos tararear algo de lo que nos transmiten sus canciones.
Nosotras les cantamos canciones
de aquí y aprenden a expresar los gestos de acompañamiento mientras bailamos de
nuevo todos juntos. Es como si hubieran comprendido el significado de nuestras
letras.
Por las tardes, en Kuyasa el
proyecto educativo se complementa. De nuevo, decenas de niños y niñas se acercan
a ti para que juegues con ellos al “chocolate” de palmas, a que los cojas en
brazos o, simplemente, se te quedan mirando, como si su cobijo para estar a
salvo fueras tú. La miscelánea de sentimientos y emociones cuando les miras a
los ojos es indescriptible. Esa sensación de hacer sentir a alguien paz y
tranquilidad es recíproca. Decenas de manos que chocar, agarrar y apretar para jugar
todos juntos a “la muralla china”, y otras tantas miradas que te reconfortan, con
miles de historias que contar.
Cuando terminamos la jornada
sentimos el cansancio propio de haber invertido mucha energía, pero no es un
cansancio con vacío, ya que, de alguna manera, hemos rellenado a tope las baterías.
En cualquier caso, la hora de la
merienda, al final de la jornada, la vivimos con gran placer. Es invierno y se
hace de noche pronto. Cuando llegamos a casa, Mamá Glenda nos tiene todo
perfectamente acondicionado para disfrutar de un rato excelente. Merendamos
café o té con galletas. Aprendemos que la leche es un bien preciado y escaso
(de nuevo un contraste con nuestra costumbre de aquí). Disfrutamos de la
conversación. Las compañeras del grupo aportan mucho enriquecimiento a esta
experiencia. Hablamos de temas variados. Nuestro entretenimiento principal
hasta finalizar la jornada es la conversación y el debate. Es un grupo muy rico
en aportaciones. Después, mamá Glenda y parte de su numerosa familia nos
prepara una estupenda cena. Ella es muy atenta y siempre está dispuesta a
facilitar nuestra estancia en su casa desde todos los puntos de vista. La vivienda
que nos acoge es muy agradable. Nos prepara platos deliciosos, en parte basados
en lo que sabe que conocemos y en parte aportando, para nuestro conocimiento,
lo que es propio del lugar. En cualquier caso, siempre bueno y abundante. A
veces cantamos y bailamos un poco en la casa antes de ir a dormir. Disfrutamos
del valor del entretenimiento y el aprendizaje con lo que cada cual expresa y
aporta. Hablamos también de las visitas que hemos hecho o de las que vamos a
hacer al siguiente fin de semana, de nuestras experiencias e impresiones de lo
visto y vivido en Stellenbosch, en Ciudad del Cabo, en Table Mountain, en el
trekking, en el acuario, en el safari, aprendiendo a hacer sonar los tambores,
aprendiendo a regatear en un mercadillo, bañándonos en alguna de sus playas en
invierno y cerca de los pingüinos, acudiendo a algún ritual de su religión, etc.
He comprobado en la realidad la
importancia que tienen la vivienda y el entorno en el desarrollo de las
actividades del día a día de un lugar.
Mi inclinación hacia los estudios
de Arquitectura están relacionados con ello. He pensado mucho acerca de cómo
transcurriría la vida en Kayamandi si las viviendas y las escuelas tuvieran un
equipamiento más sólido y las calles dispusieran de las instalaciones adecuadas
para que una lluvia intensa en un día determinado no convirtieran los lugares
de acceso en intransitables, cómo se gestionaría la basura si hubiera
contenedores adecuados para ello, cómo sería el agua del río si no estuviera
tan invadida con todo tipo de residuos sólidos evidentes…
He dicho que había contrastes
pero no solo entre lo de allí y lo de aquí, sino entre lo de allí mismo. El
equipo de nuestro VIS contaba con unas condiciones de vivienda privilegiadas
respecto a la mayoría de las viviendas que componían el conjunto del suburbio
donde se desarrollaba nuestra pequeña aportación de voluntariado en las
escuelas. Incluso entre las propias crèches había diferencias. El primer día se
distribuyeron entre nosotros las crèches a sorteo. La que compartí con una
compañera de nuestro equipo era casi parecida a una escuela infantil de aquí;
pero, sin embargo, la mayoría de las demás no tenían la misma dotación, ni
estaban construidas de igual manera, ni estaban cuidadas del mismo modo. No sé
de qué dependía esta diferencia. Incluso el alumnado parecía proceder de otro
lugar, tal vez de una zona más aproximada al núcleo principal de la ciudad.
En mi experiencia en Kayamandi he
visto que es gratificante intentar enseñar algo y conseguir que los niños y las
niñas lo aprendan, y que muestren expresiones de satisfacción, que eso se nota
independientemente de las posibles barreras iniciales de las diferencias en el
idioma. Comunicarnos ayuda a eliminar o a debilitar barreras.
He experimentado un poco lo que
es la educación desde el punto de vista de estar en una clase con alumnado que
tiene ganas de aprender y también tiene ganas de distraerse con estímulos
diversos. Esto es gratificante y pone mucha energía en movimiento, a la vez que
hace circular sinergias en un sentido o en otro. En definitiva, gratifica pero
es duro. No es fácil, imagino, la tarea de ser profesor o profesora sea cual
sea el nivel y el lugar de los alumnos.
He visto, como decía al
principio, que además de la educación de las escuelas, se puede contribuir a
mejorar las condiciones de vida de un lugar mediante la transformación y mejora
de ese lugar. En Kayamandi lo vimos e intentamos colaborar con nuestra pequeña
aportación a modo de expresión gráfica
visual con ilustraciones decorativas. Nos gustó hacerlo, celebramos con
los niños y niñas el resultado, y además así quedó una pequeña parte de la
colaboración entre ellos y nosotros simbolizada en su espacio de uso cotidiano.
Puedo decir que el hecho de
convivir y trabajar como voluntaria durante tres semanas en un lugar con medios
tan escasos para sus habitantes me ha hecho reflexionar, y me ha llevado a
afianzarme en la idea de que si puedo ejercer en un futuro como arquitecta,
tendré muy en cuenta lo visto y vivido en esta experiencia. Soy consciente de
que no es el único lugar en el mundo con carencias ambientales y con
condiciones de habitabilidad poco favorecedoras, incluso sé que puede haber
lugares con condiciones similares en cualquier lugar cercano al que
habitualmente habito.
Entiendo que la vivencia de
experiencias como esta, unida a mi futura formación como arquitecta pueden contribuir a
ser consciente de las necesidades allá donde se planteen y a a sugerir y aportar propuestas que puedan mejorar las condiciones y la calidad de vida de
las personas.
Las carencias ambientales locales se pueden mejorar mediante la educación para el desarrollo. En este sentido, me siento privilegiada y muy agradecida de haber podido ser parte de esta experiencia que marcará un hito en mi trayectoria personal, formativa y profesional.
Las carencias ambientales locales se pueden mejorar mediante la educación para el desarrollo. En este sentido, me siento privilegiada y muy agradecida de haber podido ser parte de esta experiencia que marcará un hito en mi trayectoria personal, formativa y profesional.
Mi más sincero agradecimiento a
la organización AIPC Pandora, a mis compañeras y compañeros de equipo en este
VIS a Sudáfrica, a las coordinadoras Lorena y Mayte, a todos los niños y niñas
de Kayamandi y de Kuyasa, que me han ayudado a sentir y aprender en el día a
día, a mamá Glenda, que nos ha abierto su casa para acogernos de manera
excelente, a la organización de acogida
en Sudáfrica que ha velado por que se pueda realizar la experiencia en
condiciones óptimas, a todo lo vivido, experimentado y conocido a través de
todas las actividades complementarias y culturales que incluye este estupendo
viaje, a quienes han contribuido a la concesión de la beca Juventud y
Liderazgo, sin la que mi participación en este VIS no hubiera sido posible, y
finalmente, al equipo de selección, que ha confiado en mí concediéndome, con su
decisión, la oportunidad de participar en esta excelente experiencia.